domingo, 10 de julio de 2011

Si tiene baja la libido, coma jengibre.


No sé si sea una virtud no ser una vidente sino más bien tirando a invidente, y ustedes saben que cuando un sentido no funciona al 100% pues hay otro que lo compensa, en este caso al no poder ver, pues mi olfato saca la cara. Igual que los sabuesos mi sentido del olfato está muy desarrollado a tal punto que en mi memoria una persona o una situación tiene olor; (Mi mamá se burla de mi porque huelo la comida y la huelo a ella), en fin esta costumbre es tan común para mí como lo es para ustedes ver,  y tan animal como olfatear instintivamente cuanto llego a un lugar que no conozco para que los olores sirvan de reforzantes al recrear algo.
Los hombrecitos de jengibre son reales, he tenido el placer de conocer uno: tez de color canela, cabello negro y suave, amplia y linda sonrisa, voz en Sol menor al mejor estilo blues, ¡Ah! y no lo adorna ningún botón de gomita sino una espesa y bien puesta barba.
Como un hombrecito de jengibre huele a ello siempre, y en mi situación de sabueso humano no resulta ser una buena idea, ya que este aroma se ha convertido en una distracción rondando los límites de la tentación.
Tendré que alejarme de la cocina porque se llena de olor dulce, y cuando el hombrecito de jengibre esta crujiente salta de horno y sale corriendo a cantar, desplegando su deliciosa e hipnótica presencia, y es cuando el clic se activa haciéndome recordar la escena del cuento. Que sin pensarlo dos veces tomaría el papel de zorro que sonríe y dice:
–  Espera, hombre de jengibre  ¡Soy tu amigo! Te ayudare  – El hombrecito de jengibre echó un vistazo hacia atrás y vio a la vieja, al pato, al cerdo y al cordero acercándose. Se echo encima de la espalda del zorro. Después de unas brazadas más el zorro dijo –  Hombre de jengibre, el agua es aun más profunda. ¡Échate encima de la cabeza! – Ja, Ja  – rió el hombrecito de jengibre. – ¡NUNCA me alcanzaran ahora! – ¡Tienes razón!  – chillo el zorro. El zorro echo hacia atrás la cabeza, tiro el hombrecito de jengibre al aire, y lo dejó caer en la boca. Con un CRUJIDO, CRUJIDO,  CRUJIDO fuerte, el zorro comió al hombre de jengibre todo.
Moraleja: Los hombrecitos de jengibre si existen,  se casan con mujercitas de jengibre y tienen niños de jengibre.




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